Una noche de lujo entre los mullidos colchones del refugio da paso a un amanecer a la altura del collado de La Fragua. Aquí lo de siempre; viento frío y crampones. Las paredes aparecen tapizadas de la nieve caída días atrás que no nos parece mucha. Hay huella y está dura así que hablando y viendo a los tres que están llegando al empiece del Marqués llegamos al Jou de los Asturianos. Allí, la atrayente cara norte de Peña Santa, se nos muestra con un tentador “chorretón” blanco por donde empiezan las vías Directa y Ojal. Empiezan las dudas ¿vamos? ¿lo dejamos para mañana? ¿y si vamos y no está tan blanco como parece? ¡ que coño vamos a ver que pasa! Nos plantamos a pie de vía ya un poco tarde pero con la tranquilidad de que la bajada la conocíamos, decidimos meternos.

Subida

Por delante 4 largos de escalada en una de las paredes más emblemáticas y estimulantes de los Picos de Europa. No había nadie y de hecho las huellas que seguíamos habían desaparecido antes de empezar a bajar al Jou Santo. El primer largo se empieza al lado de una pequeña cueva y supera un pequeño resalte de hielo hasta llegar a un muro más vertical y largo. El hielo es más que suficiente para escalar, lo que da bastante tranquilidad. No así los tornillos, que entran “más o menos enteros”. El largo tiene unos 60 metros y montamos reunión en roca con unos clavos que ponemos.

El segundo largo sigue siendo común con la vía del “Ojal”, que hicimos hace unos años, pero esta vez la nieve está más dura y hay más hielo. El tercer largo es una canal estrecha con el hielo justo para progresar por ella sin muchas complicaciones. Al final del mismo nos encontramos una reunión con un clavo y un par de cordinos. El cuarto largo era el que más escaso estab. Aun así el poco hielo que había transmitía confianza y acababa en una campa de nieve bajo la cumbre. Por cierto, muy útil tener una estaca que en nuestro caso llevábamos pero se quedó en la reunión, así que a buscarte la vida con estos maravillosos piolets para escalar en hielo, pero bastante malos para montar reunión en nieve. Decir que todos los largos fueron a tope de cuerda.

A las tres llegábamos debajo de la cumbre e intentamos subir rectos, pero nos resultaba difícil por la poca consistencia de la nieve, así que decidimos salir a la arista para calentarnos, comer y tirar para abajo. Nos dimos cuenta que nos habíamos equivocado y que para subir a la cumbre teníamos que haber hecho un flaqueo a la izquierda y así coger la arista cimera. Así que nos quedamos un poco por debajo de la cumbre, disfrutando de un día nítido y claro a más no poder. Las vistas abarcaban desde la Padiorna hasta Peña Ubiña y desde el Musel en Gijón hasta la costa occidental cántabra.

Con el calor del sol devoramos un poco de pan con jamón, las barritas correspondientes y tranquilamente fuimos desenterrando los rápeles. Embelesados por el lugar, la soledad y las luces del atardecer, fuimos descendiendo de esta montaña. Recordábamos lo mal que lo habíamos pasado la otra vez cuando, metidos en una niebla cerrada, recorríamos la arista buscando la Canal Ancha con más miedo que vergüenza. Esta vez las condiciones eran inmejorables, eso sí, una de las cuerdas se dedico a enredarse sobre si misma infinitas veces.

Con las últimas luces del día llegábamos a las huellas de subida y a partir de ahí, cada uno con sus pensamientos, poco a poco para abajo. En el Jou de los Asturianos estuvimos hablando con un par de chavales que querían hacer la “Arrieta” al día siguiente.

A las 9:30 de la noche acababa nuestro largo día en el refugio de Vegarredonda. En la cena surgió la conversación de si íbamos a la Torrezuela al día siguiente y por unanimidad llegamos a la conclusión de que no estaba formada y que además “que se había caído la montaña ese verano” que lo mejor era quedarse en el saco y al día siguiente poco a poco para abajo.

Para nosotros los Reyes llegaron el 3 de enero.

 

 

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