Como todos sabéis yo ando lejos de vosotros, del local o lo que quede de él, de Picos, del Marques de Santillana y el Cabaret Oasis, del Coriscao y la Canalona, pero solo porque un cacho de océano me impide salir al monte cada fin de semana con vosotros. Cada vez que me enfundo la mochila y salgo a caminar con amigos montañeros de Tenerife me acuerdo de vosotros. Y al ver esas fotos que sacáis por esas montañas de dios se me ponen los dientes largos.
 
Igualmente, mañana y estos próximos días tampoco podré estar ahí y daros un fuerte abrazo a todos. Salir de las islas deprisa y corriendo y viajando barato es tarea imposible. Por eso os escribo este correo, para acompañaros en el dolor a todos y que me sintáis como si allí estuviera.
 
Hace ya más de 15 años que Andoni, Chechu y yo estuvimos enfrascados en una historia, trágica al principio, pero que tuvo final feliz. La pedrada que sufrí y las duras secuelas que padecí durante casi un día a más de 4.000 metros y metidos en una gran tormenta alpina, por suerte quedan hoy en anécdota. Días más tarde de todo aquello y ya en casa, operado y con un trozo de plástico en el cráneo, la vida volvió a la normalidad y solo cuatro meses más tarde subí al Dobra con Raúl. A partir de ese momento el pistoletazo de salida estaba dado de nuevo y la montaña me esperaba. Y así hasta hoy.
 
Pero la clave de toda mi recuperación, lo he dicho siempre y hoy de nuevo, fue volver un año después al Cervino y poder bajar a pie y no en helicóptero. Al igual que el año anterior, tampoco pude subir al pico, pero el hecho de volver de nuevo (y solo un año después) a esa mole de granito y bajar de él por mis propios medios ya es más que coronar cualquier cima. Todo aquello se lo debo a Caba. El me acompañó aquel verano del 99 y con su compañía pude saber de nuevo que seguía siendo montañero.
 
Algunos de vosotros sabéis que os aprecio y os quiero casi como esos hermanos de sangre que no tengo. Caba es uno de ellos. Es un compañero de batallas con los que he compartido cimas, risas, viajes ... de todo, menos queso. Quiero que sepas, amigo Caba, que te envío desde la lejanía un abrazo fuerte y sentido como aquel que nos dimos en agosto de 1999 a los pies del Cervino, tras aquella bajada. Ánimo.
 
Y al resto pues poco más. Que seguiremos saliendo a la montaña. Que la montaña nos espera. Y que no perdamos nunca la camaradería, la amistad y el compañerismo, porque entonces seremos simples deportistas, cuando en realidad somos grandes montañeros.
 
Besos y abrazos infinitos desde las faldas del Teide.